viernes, 7 de mayo de 2010

Primer capítulo de "Papis, miren qué me pasa"


¿Qué necesita un niño para crecer sanamente?


Muchísimas cosas. Pero nosotros nos referiremos sólo a algunas que creemos vale la pena profundizar.

Hablaremos del amor, la aceptación, los límites, la responsabilidad, la comunicación afectiva, la empatía, la automotivación, la creatividad e imaginación y la habilidad para enfrentar los problemas.




Amor

El amor es un excelente tónico para crecer y vivir adaptándose al entorno, a las circunstancias que le toca afrontar a cada ser humano. Además, ayuda a sobreponerse de las adversidades de la vida.
Un niño necesita experimentar una relación amorosa, tener un vínculo afectivo con un adulto o un niño más grande que él. El amor lo humaniza y, para tomar un término de la medicina, actúa como anticuerpo contra las dificultades de la existencia. Lo protege y lo defiende de los peligros del medio en que está creciendo.
Existen ejemplos múltiples para avalar este hecho: niños que recibieron maltratos físicos y que no repitieron esa misma conducta, cuando ellos fueron padres, porque tuvieron un vínculo afectivo con otros adultos, no necesariamente padre o madre; ya que en estos casos fueron progenitores violentos. Pudo haber sido un maestro, un vecino, un tío o un abuelo. Este vínculo afectivo con otro ser humano fue un anticuerpo que los salvó de incorporar a su repertorio personal, conductas violentas con su descendencia.
Todos sabemos que es frecuente imitar comportamientos de otros, especialmente de nuestros padres. El amor construye puentes, nexos entre las personas, necesarios para que un niño se desarrolle y crezca de la mejor manera posible. El psicólogo americano Abraham Maslow colocó la necesidad de amor encima de la necesidad de alimento, agua, abrigo y aire.
Las personas pueden dar sólo lo que tienen en su interior.
Por lo tanto, no podrán dar amor si no se aman a sí mismos, ni serán capaces de brindar confianza si no confían en la propia fuerza interior.
Hay que comenzar por amarse para poder amar a los otros y desarrollar la propia confianza en sí mismo. Es difícil alentar a un hijo si uno se descorazona ante cualquier dificultad. Comienza por desarrollar tu capacidad de darte fuerza a ti.
Todo camino empieza en uno mismo, es una búsqueda interna que se inicia en el interior de la persona y termina en las relaciones interpersonales con el mundo circundante.

¿Qué significa sentirse querido o amado?
El niño que recibe amor se siente seguro y confiado. Eso se trasluce en su comportamiento; él tiene la hermosa sensación de sentirse importante para sus padres y para las demás personas.
El amor de padre a hijo es incondicional y eterno, es decir, no se desvanece con el tiempo como sí puede hacerlo una relación de pareja.
Sobre este vínculo afectivo se construirán las futuras relaciones con los otros.

Recalquemos dos principios importantes.
. Primero: el amor, en ausencia de padres, puede ser brindado por otro u otros adultos, por ejemplo un maestro, un abuelo, un tío. Sólo quien se sintió querido por otro puede entrar en el maravilloso mundo humano. Lo importante es que el niño reciba afecto de una persona para lograr, a pesar de los avatares de la vida, una existencia sana.
u Segundo: si la manera en que los adultos recibieron amor cuando eran más pequeños no fue la que hubieran deseado o necesitado, pueden cambiarla con sus hijos.

Con respecto a este sentimiento tan fuerte que es el amor, se obser-van tres grupos de padres:
. Los que por serios trastornos sienten amor de manera especial.
. Los que sienten amor pero tienen dificultades para expresarlo.
. Los que sienten y expresan amor.

En el primer grupo están los padres que tienen serias patologías; se hallan tan enfermos psicológicamente que el amor que pueden ofrecer —a veces sin responsabilidad, otras veces con mezcla de rabia o violencia—, no logra que el niño se sienta querido.
Para evitar que el niño imite esas conductas, sea del progenitor o de otra persona, algunos adultos deberán brindarle el amor necesario para desarrollar los anticuerpos que le impidan repetir la misma historia familiar.

En el segundo grupo se observa una gran dificultad de los padres en demostrar amor.
Un aspecto es el amor que sienten, otro es cómo lo manifiestan. La pregunta es: ¿cómo los padres pueden demostrar amor por su hijo? La respuesta es que depende de la forma de ser de los involucrados en este vínculo.
Sería productivo que pudieran ser conscientes de la manera de expresar el amor y, lo más enriquecedor, de cómo este amor llega al niño.
Es importante darse cuenta de lo que está necesitando el hijo para sentirse amado. A veces, pequeños detalles son sentidos por los niños como falta de amor, y otros, por el contrario, son vividos como prueba de amor.

Recuerdo a un niño que se sentía amado cuando su madre le preparaba la leche. Para él esa conducta era una prueba de cariño. La madre no se había dado cuenta de la necesidad de su hijo, sin embargo lo amaba y se preocupaba por él, pero su hijo no se sentía querido. Una vez que comenzó a prepararle su comida, la relación cambió.

Para ciertos niños las caricias son la única forma de sentirse amados. Existen niños que se sienten importantes cuando sus progenitores le preguntan acerca de sus estudios; otros en cambio, con esa misma actitud, se sienten presionados.
Lo fundamental es ser consciente de la necesidad del niño, que muchas veces es muy distinta de la que el padre cree.
Muchos niños se quejan de no ser amados por sus progenitores. En las sesiones familiares vemos que en realidad son queridos, pero ellos no se sienten amados.
Cuando la dificultad está en demostrar amor, no en sentirlo, es que falla la capacidad de expresarlo.

Existen madres que dan excesiva importancia al aspecto físico, al cuerpo y a la apariencia. Las hijas sienten que estas madres las quieren solamente si consiguen estar “elegantes” como ellas. El niño necesita sentirse amado sin condiciones previas. La dificultad está en expresar el amor y en diferenciarlo de los gustos u obsesiones parentales.
Si la hija no le presta atención a su apariencia física, la madre se puede sentir muy preocupada por su actitud contraria a los gustos maternos. A una madre le pueden gustar, hasta obsesionarse, los cuerpos esbeltos, con medidas perfectas. El asunto es qué sucede si su hija no reúne estas condiciones estéticas. Y si rechaza el cuerpo de su hija, ¿qué estará tapando con su obsesión por la imagen corporal? Le puede gustar la delgadez, pero ¿puede aceptar a una persona que no la tenga? ¿Qué estará pasando con esa madre que busca la perfección en el cuerpo de su hija?
Lo que sí sabemos es que esa niña-mujer no se sentirá amada pues el rechazo por su cuerpo lo sentirá hacia toda su persona.
En realidad la madre no se acepta a sí misma, se obsesiona por su imagen y proyecta en su hija su propia no aceptación. No tolera en sí, ni en nadie, lo que ella siente como una imperfección.
Sentirse amada con una condición previa es no sentir amor. En este caso el pensamiento de la chica sería: “Para que mamá me quiera y me acepte, tengo que tener una apariencia física perfecta, medidas esbeltas y siempre estar vestida en forma impecable. Es la única manera de ser amada.” Lamento comunicarles que esto no es amor pues implica una condición. Te pueden gustar las figuras delgadas pero amar a tu hija que tiene unos kilos de más.
Un aspecto es el amor que siente la madre, otro es su obsesión por lo físico.
Este es un problema de la madre, que tiene que ser aclarado y entendido como tal para que la hija no se sienta rechazada. Podríamos preguntarnos: ¿Qué obsesiones o dificultades están obstaculizando la expresión del amor que sentimos hacia nuestros hijos?
Si se puede aclarar este punto interiormente, se facilitará la relación con ellos.
Siguiendo con el ejemplo anterior, digo: si quieres seguir siendo obsesiva con tu físico, hazlo, pero no por eso rechaces a tus hijos si no son como tú deseas. Te puede no gustar el cuerpo de tu hija, pero tienes que separarlo del amor que sientes por ella. Empieza por aceptar tu propio cuerpo y no mires tanto el de los otros. De lo contrario, tu hija no se siente amada; percibe el amor mezclado con la obsesión materna.
Los progenitores de niños con capacidades diferentes los aman, pero también sienten dolor, impotencia, tristeza y rabia por el problema que aqueja a sus hijos y a su familia. En estos casos es donde más importancia tiene el hecho de observar cómo y dónde se demuestran estos sentimientos, porque puede ser que los niños perciban el dolor de sus padres y se sientan rechazados.
Sería conveniente tener un espacio propio, por ejemplo algunas sesiones psicoterapéuticas —que no significa un proceso largo de psicoterapia—, para que estos adultos puedan volcar allí su su-frimiento y de esta manera allanar el camino para que el niño-hijo pueda sentir el amor en forma pura, no contaminado por el dolor.

En el tercer grupo están los padres que tuvieron modelos positivos de brindar amor, fueron niños amados sanamente y repiten estos mode-los.
También hay padres que, con gran esfuerzo, y ante la ausencia de estos modelos paternales, han recorrido un largo camino y son capaces de dar lo que nunca recibieron.
Estos son un ejemplo de lo que un ser humano puede realizar por un hijo.
El maestro indígena andino, Luis Espinoza, conocido como Cha-malú, en su libro “Los pasos del kaminante”, escribe: “Quien se ama a sí mismo y a los demás, está vacunado contra las enfermedades.”
Esta frase es una referencia al hecho de que muchas enfermedades tienen causa emocional. Cuando uno es capaz de amarse y amar a los otros estará en las mejores condiciones para no enfermarse y no contagiarse de los peligros ambientales, que son muchos. El amor es la más natural, segura y potente vacuna contra los males.

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